Bienvenidx a Esfuerzo Efectivo, una newsletter mensual sobre hábitos, organización, inteligencia emocional, autoconocimiento y aprendizaje continuo.
La clave de la productividad no es hacer más, sino hacer menos. Y, para hacer menos, primero necesitamos identificar qué es lo importante. Es fácil evadir este ejercicio y ponernos directamente a trabajar, sentimos que si estamos ocupados no perdemos el tiempo, sin embargo, esta mentalidad nos lleva a priorizar el trabajo que nos resulta más fácil en lugar del que debemos hacer para conseguir nuestros objetivos.
Cambiar nuestra interpretación de la productividad significa elegir la efectividad sobre la cantidad: No consiste en trabajar sin parar sino en hacer las pocas cosas que realmente importan.
La buena noticia es que, para conseguirlo no necesitas más apps de productividad, ni libros de organización, solamente necesitas hacer tres cosas: Conocer tus objetivos, elegir las tareas más efectivas para alcanzarlos y no procrastinar. Este es el único hack de productividad real.
Durante los próximos meses lanzaré una serie de tres artículos sobre productividad, en los que trataré cada uno de estos pasos y propondré algunos ejercicios:
Encontrar tus objetivos - Artículo de hoy
Priorizar tus acciones
Dejar de procrastinar
🎯 Encontrar tus objetivos
Lo primero que necesitamos hacer para priorizar correctamente las tareas, es tener claros nuestros objetivos.
Being busy and being productive are not the same thing. Running around in circles is busy. Going toward your destination is productive. It's easy to be busy. It's hard to be productive.
¿Por qué es tan importante marcarnos los objetivos correctamente?
Uno de los principales errores de la productividad es no ser suficientemente claro con los objetivos, o engañarnos a nosotros mismos con lo que realmente queremos conseguir. En este caso, acabaremos tomando decisiones incoherentes que no nos conducirán a ningún lado.
No es lo mismo querer ganar mucho dinero con tu nueva startup que intentar solucionar una necesidad de tus clientes, tampoco lo es querer estar sano que intentar ganar fuerza, ni ascender de posición es lo mismo que querer un mejor balance entre el trabajo y la vida personal. Aunque todas estas metas puedan parecer complementarias, lo cierto es que te llevarán a tomar decisiones muy diferentes.
Por ejemplo,
Para ayudar a solucionar una necesidad a tus clientes no hace falta comenzar creando un plan de negocio, pero para conseguir inversores seguramente es importante.
Para estar sano probablemente no necesitas hacer una dieta alta en proteína, pero para ganar fuerza quizás sí es útil.
Para tener un buen balance entre el trabajo y la vida personal, no necesitas participar en un proyecto que te ayude a ganar visibilidad en la empresa, pero para ascender puede que sea una buena oportunidad.
Si, por ejemplo, te encuentras diciendo que sí a participar en este nuevo proyecto, pero tu objetivo es mejorar el equilibrio trabajo/familia, algo falla. Cuando no tenemos los objetivos claramente establecidos, es difícil priorizar las acciones correctamente.
Descubrir vs. decidir tus objetivos
Personalmente no creo que los objetivos se puedan decidir de una forma completamente racional. El trabajo que tenemos que hacer consiste más bien en encontrarlos. Ellos ya están ahí, y lo único que está en tu mano es si decides escucharlos o taparte las orejas. Por este motivo, el ejercicio que te propongo no consiste en pensar en qué más quieres, sino en descubrir lo que ya querías.
Aunque esta no sea la forma clásica de definir tus objetivos que encontrarás en los libros de crecimiento personal, seamos sinceros, ¿cuántas veces te has planteado unos propósitos que tenían toda la lógica del mundo, para acabar procrastinando al cabo de pocas semanas?
Los objetivos no basta con pensarlos, hay que sentirlos. Cuando los decidimos de forma exclusivamente racional, acostumbramos a hacerlo desde lo que la sociedad nos demanda y no lo que nosotros queremos. De modo que, si estás en una empresa multinacional, parece que ascender sea el único objetivo válido. Si estás en una startup, parece que la ambición más coherente sea ganar la próxima ronda de financiación. Si todos tus amigos hacen yoga, te dices que lo lógico sería comenzar Yoga tu también. Rápidamente te encuentras luchando con desgana por metas que te ha marcado la sociedad, en vez de perseguir las que a ti te hubiese gustado.
Esto no quiere decir que te lances a por cualquier capricho irracional que se te cruce por la cabeza, sino que encuentres el balance adecuado entre lo que te interesa y, al mismo tiempo, tiene sentido. Tus ambiciones deben resonar contigo tanto emocional como racionalmente. Para encontrarlas, te propongo el siguiente ejercicio.
Escribe una carta…
Es difícil crear una regla universal para definir objetivos, que nos sirva a todos. Cada uno parte de un contexto distinto y, por ese motivo, una metodología bien estructurada con muchos pasos concretos, a la única persona a la que le sirve es a quien la ha creado. En cambio, resulta más efectivo hacernos una única pregunta, lo suficientemente amplia para dejar margen a la reflexión personal. Esto permite tener más flexibilidad para adaptar la respuesta a las necesidades de cada uno. La pregunta que me ha funcionado a mí es la siguiente: ¿Cómo estarías orgulloso de tu hija?
Probablemente estés pensando que tu no quieres lo mismo para tu hija que para tí, pero, en realidad, es más común que suceda lo contrario, es decir, que intentemos proyectar en nuestros hijos la vida que nos hubiera gustado conseguir a nosotros, cuando en realidad, ellos, tienen sus propias ambiciones. El ejemplo clásico es el de la madre queriendo que su hija continúe el negocio familiar o estudie lo que ella quiso estudiar.
Como verás, esta técnica consiste en mirar una situación a través de los ojos de otra persona. Esto nos permite dar un paso atrás, dejando a un lado todos los caprichos puntuales y las tentaciones que tenemos en nuestro día a día, para centrarnos en lo que realmente queremos. Es más fácil ver la vida que deseas cuando piensas en los demás que en tí mismo.
A continuación explico con más detalle cómo ponerlo en práctica.
Ejercicio: Pregúntate, ¿cómo estarías orgulloso de tu hija?
Imagina que tú tienes treinta años más que ahora, y tu hija tiene tu edad actual y está pasando por una situación parecida a la tuya. Intenta visualizarlo. También puedes escribir esta situación imaginaria en una hoja. Si no tienes hijos puedes imaginarte que sí o usar a otras personas cercanas para el ejercicio.
Ahora, escribe una carta dándole tu sincera opinión sobre hacia dónde crees que debería dirigir su vida. Escríbela tantas veces como lo necesites. Si la primera carta no te convence tirala y vuelve a comenzar, es normal necesitar escribir unos cuantos borradores para ordenar las ideas. Lo importante es que te asegures de que la versión final esté perfecta, hazlo como si realmente fueras a enviarla y supieras que marcará el futuro de tu hija. Cuando tengas la carta definitiva, déjala un par de días y luego léela de nuevo comparándola con tu vida actual.
Si no querrías que tu hija trabajase diez horas al día, ¿por qué tu no eres capaz de cerrar el ordenador cuando llega la hora? Si te preocuparía que se alimentase de comida basura, ¿por qué no vas nunca a comprar al mercado? Si te gustaría que se lanzase con ese proyecto personal que tiene, ¿por qué tú buscas excusas para atrasarlo otro año más? Si te preocuparía que no saliese nunca de casa, ¿por qué priorizas quedarte mirando Netflix a salir a dar un paseo con amigos? Si le recomendarías que cuidase más su salud, ¿por qué dejas pasar la cita con el médico? Si no te gustaría verla trabajando en algo que no disfruta, ¿por qué tú no te esfuerzas por encontrar una oportunidad en un trabajo que te guste? ¿Por qué esperar a darle todo eso a tu hija si puedes tenerlo tú?
Ten objetivos imprecisos y tareas precisas
Finalmente, cuando hayas escrito la carta y hayas encontrado aquellos temas que quieres abordar, ahora tocará definir los objetivos. Para hacerlo, probablemente te han dicho que estos deben ser tan específicos como puedas, medibles, con su plazo de tiempo bien definido... Pues olvídate de todo esto. Vamos a hacer justo lo contrario.
Es verdad que la precisión puede ser útil para las tareas; si ya sabes lo que debes hacer, cuanta más claridad mejor; pero para tus objetivos personales, para los cuales aún no conoces el camino, lo que quieres es que sean amplios y un poco indefinidos para que abarquen varias opciones.
Cuando concretamos demasiado nuestros objetivos estamos limitando nuestras oportunidades. Si quiero conseguir la posición X en la empresa Y, estoy reduciendo todas mis oportunidades a una sola. Mientras que, si estoy dispuesto a aceptar una posición que me ayude a desarrollar mis habilidades de liderazgo, probablemente tenga muchos caminos diferentes que me permitirán alcanzar mi meta.
Piensa en los objetivos como si fueran una brújula que marcan el norte, y no tanto como un mapa que te señala el camino exacto que debes recorrer. Si solo conoces un camino, cualquier obstáculo te puede impedir llegar a tu meta, mientras que si sabes donde está el norte, irás tomando los caminos necesarios para avanzar a pesar de las dificultades.
Pongamos un ejemplo, imagina que quieres aprender historia, y para ello estás leyendo un libro que te han recomendado. Te propones leer cada día 30 minutos. Cuando llevas un mes cumpliendo rigurosamente con tu hábito, un día te vas de viaje y al abrir tu maleta, ¡sorpresa!, te has dejado el libro en casa. Si tu objetivo es leer el libro, lógicamente no podrás alcanzarlo. En cambio, si tu objetivo es aprender historia, tienes muchas posibilidades al alcance de tu mano: puedes usar tu móvil para escuchar un podcast, encontrar una visita guiada en un museo, buscar un documental de historia en el televisor del hotel, etc.
Si te propones objetivos amplios, verás que cada día aparecen nuevas oportunidades que te acercan a ellos, en cambio, si eliges objetivos específicos te cerrarás muchas puertas.
Resumen para gente sin tiempo
Cuando no tenemos los objetivos claramente establecidos, es difícil priorizar las acciones correctamente.
Los objetivos adecuados se fundamentan en un balance entre lo que te interesa y, al mismo tiempo, tiene sentido.
Imagina que tú tienes veinte años más que ahora, y tu hija tiene tu edad actual y está pasando por una situación parecida a la tuya. Ahora, escribe una carta dándole tu sincera opinión sobre hacia dónde crees que debería dirigir su vida.
Cuando vayas a definir objetivos, mejor que sean amplios para no limitar nuestras oportunidades: Si quiero conseguir la posición X en la empresa Y, estoy reduciendo todas mis oportunidades a una sola, mientras que si estoy dispuesto a aceptar una posición que me ayude a desarrollar mis habilidades de liderazgo, probablemente tenga muchos caminos diferentes que me permitirán alcanzar mi meta.
Hola Alex!
Un artículo muy interesante. El tema de los objetivos siempre ha sido un gran reto para mí. Hace unos años hice un máster en Coaching y sentí bastante rechazo con eso de fijar objetivos, el punto de partida de cualquier proceso. Me encantaría tener clarísimo lo que quiero, pero no estoy hecha así. Funciono de otra manera.
Con los años he hecho las paces con esta manera de funcionar algo más errática (?), pero sigue siendo un reto. Probaré con tu propuesta. Lo de la carta a tu hija me parece interesante. ;)
Muchas gracias y hasta la próxima!
Me ha gustado mucho todo lo que escribes!!!! Muy aclarador. Gracias!