Esfuerzo Efectivo es una newsletter mensual sobre hábitos, organización, inteligencia emocional, autoconocimiento y aprendizaje continuo.
Sentimos tanto rechazo hacia la incertidumbre que nos olvidamos de que algunas de las experiencias más valiosas suceden precisamente gracias a ella.
La razón de esa aversión es que aviva la llama de nuestro mayor temor: No aprovechar el tiempo. Si no sé hacia donde van las cosas, ¿cómo voy a saber si aquello que estoy haciendo es útil?
Para colmo, esta incómoda sensación de desconcierto no se produce solamente cuando hay cambios en el entorno, sino también en nuestro interior. Queremos tener “las cosas claras”: saber quiénes somos, hacia dónde nos dirigimos, por qué propósito luchamos y cuáles son nuestros valores. Por eso, cuando encontramos una respuesta a cualquiera de estas preguntas nos aferramos a ella con uñas y dientes, sin darnos cuenta de que estas son cuestiones eternas, y cualquier solución que encontremos será, por naturaleza, efímera. Hoy luchamos por una cosa, mañana por otra. Esto no nos hace ni hipócritas ni mercenarios, sino personas que han aprendido a cambiar cuando las cosas cambian a su alrededor, o en su interior.
En la edición de hoy quiero hablarte sobre la importancia de estar perdido, y de no tener prisa por encontrar siempre una respuesta que le dé sentido a todo; al contrario: permitirte andar por la incertidumbre, y comprenderla como lo que es, una fase temporal que va y viene. A veces se va, cuando encontramos una respuesta que nos hace sentir enteros, y a veces vuelve, cuando esa respuesta expira haciendo temblar el suelo y obligándonos a reprender la búsqueda de nuevo.
Aprender a estar perdido para crear
Vivir no tiene nada que ver con verbos como encontrar, alcanzar o lograr, sino con otras palabras muy distintas como buscar, probar y cambiar. El proceso natural de la vida no consiste en saber lo que se quiere y obtenerlo, sino en desconocerlo y buscarlo. Esta búsqueda a menudo nos llevará por los caminos equivocados (es inevitable cuando no se sabe lo que se quiere), pero no importa, porque es la exploración en sí misma lo que le da sentido a la vida.
Por eso, no tenemos que preocuparnos de si encontramos las respuestas correctas (de si nos proponemos las metas adecuadas, o de si las alcanzamos), sino de siempre tener una pregunta abierta, latente, a la que estemos dispuestos a perseguir.
Crear significa intentar dar respuesta a esa pregunta que no se puede responder. Da igual si pintamos un cuadro, tocamos un instrumento, freímos una tortilla o preparamos una presentación de PowerPoint: la creación es el intento de resolver tus dudas e inseguridades, y aunque la pregunta nunca cambie, la respuesta dependerá de quién eres tú ahora mismo.
Sin embargo, tenemos más miedo a perder que a ganar, y esto limita nuestra forma de crear. Nos aferramos a un solo estilo creyendo que nos representa, como si se tratara de una “marca personal”. Pero es imposible que un mismo estilo englobe todas las facetas de una persona, ya sea en distintas etapas de su vida o incluso en una misma.
Si sentimos que nuestra manera de crear nos identifica, no estamos dispuestos a soltarla, porque si nuestras creaciones nos definen soltar significa no-ser. Pero si no soltamos, no podemos seguir buscando.
La mentira es que tu arte te define; ahí radica el problema principal: Pensar que eres lo que haces.
Al usar nuestro arte para definirnos ante los demás, estamos intentando compartir una imagen estática de nosotros mismos, la cual protegeremos a toda costa. Porque, si somos lo que hacemos nos sentimos sacudidos cuando alguien (o algo) ataca nuestra creación, pues está atacando aquello que nos identifica. Esto nos lleva a una vida inmóvil, amurallada, con el propósito de defender lo que consideramos nuestro.
Pero, creer que una forma particular de crear determina quienes somos, es tan disparatado como intentar comprender una película a través de un fotograma. Una obra puede definir cómo nos sentimos, lo que pensamos o nuestros valores en un momento concreto de nuestra vida, del mismo modo que un fotograma puede enseñar ciertas personas, lugares y colores, que son representativos de la película. Pero el fotograma no puede definir la película en su totalidad, no puede decirnos qué ha sucedido antes, cómo se desarrollarán los hechos, con él no sabemos cuál es el argumento o cómo concluye. Del mismo modo, tu creación no puede definirte a ti como persona, de dónde vienes, qué elecciones tomarás, ni hacia dónde evolucionarás.
Si nos aferramos a los colores, personas y objetos de ese fotograma, estaremos sesgando toda la película a la espera de que vuelvan a aparecer, en vez de disfrutar del flujo de acontecimientos. Del mismo modo, si nos aferráramos a un único estilo toda la vida, la juzgaremos siempre en base a si estamos siendo consecuente con él o no, lo que nos llevará a una continua frustración. Será como remar a contracorriente, pues a pesar de que nosotros ya no seremos los mismos, intentaremos con todas nuestras fuerzas mantenernos en el mismo lugar.
La obra no es algo que se comienza y se acaba, en realidad la obra no existe. Un artista nunca comienza ni cierra las etapas de su vida con cuadros como a menudo nos gusta pensar. La obra lo es todo, es el camino completo, del nacimiento hasta la muerte. Los cuadros, libros o canciones son solo fotogramas, representaciones del momento en la que se encuentra la persona. En el mismo momento en el que los termina, la persona ya ha cambiado.
Tampoco debemos esperar un resultado porque, en realidad, no hay resultado. El arte es un diálogo constante, lleno de pensamientos, miedos, inseguridades y otras emociones que van dejando su estampa en diferentes puntos del trayecto. Esas dudas e indecisiones no son algo que deba ser erradicado para vivir, sino la vida en sí misma.
Aprender a estar perdido quiere decir no haber fijado nuestro estilo, lo cual nos lleva a cuestionarnos nuestra propia identidad, a no saber quién somos. Esto nos permite explorar libremente. La exploración significa estar perdido y aceptarlo, no intentar encontrarte inmediatamente, disfrutar de la incertidumbre. No se puede explorar en territorio conocido. Debes aceptar no saber quién eres para comenzar la búsqueda.
A veces se nos olvida que no tener respuestas también es parte del proceso. Vivimos con la presión de definirnos, cuando en realidad estamos en construcción constante. Lo que somos no se decide, se descubre, y eso lleva tiempo, errores y cambios de dirección.