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La creatividad está de moda. Parece que hemos reemplazado el cálculo mental y la geografía por la capacidad de producir ideas originales. Sin duda, esta es una habilidad importante; pero, ¿en qué consiste la creatividad? Y, ¿qué proceso debemos seguir para crear mejor?
Para dar respuesta a estas preguntas, entraremos en la mente de algunos autores de libros, desgranaremos sus procesos creativos y analizaremos qué particularidades tiene cada uno.
Escribir a ciegas con Paul Auster
Las preguntas atemporales de Platón
Cazando con Schopenhauer
El abuelo de Gabriel García Marquez
Escribir a ciegas con Paul Auster
Se hace difícil entrar en un estado de reflexión profunda simplemente sentado detrás del escritorio, sin hacer nada, y aunque lo consigas, es difícil guiar los pensamientos en la dirección correcta. De modo que la escritura es una buena herramienta para promover y orientar el proceso de reflexión.
Esto sucede, por un lado, porque escribir nos obliga a procesar y ordenar la información, y las mismas palabras que van apareciendo en esa hoja en blanco son, a su vez, un estímulo para continuar escribiendo. Así es como al escribir pensamientos se genera un ciclo de retroalimentación, que puede llevarnos a largos ratos de inspiración.
Por otro lado, escribir también nos permite definir mejor el marco en el que queremos acotar nuestros pensamientos; es decir, nos ayuda a mantener el foco sobre un único tema. En nuestra cabeza, ese foco, salta con facilidad entre pensamientos dispares: fácilmente comenzamos reflexionando sobre la escritura y acabamos preguntándonos si las huevas de rana se comen. En cambio, al evocar los pensamientos sobre el papel, es fácil evitar la dispersión y centrarse en un único tema.
Hay una larga lista de libros que han sido escritos antes de pensar, y grandes autores han expresado esta preferencia. Paul Auster afirmaba en una entrevista sobre su libro 4 3 2 1: Empecé a escribir a ciegas, sin saber qué iba a pasar, y simplemente continué. El libro entero es una improvisación, no tenía un plan.
Algo parecido le sucedía a Gabriel Garcia Marquez, que decía que comenzaba escribiendo una frase y a partir de allí tiraba del hilo hasta terminar la novela. Por eso sus libros tienen unos comienzos tan memorables, como en Crónica de una muerte anunciada:
El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros.
Las preguntas atemporales de Platón
Por otro lado, otros autores han centrado el tema de su escritura en la reflexión en sí misma, en vez de en las conclusiones; por ejemplo, Platón evitaba buscar respuestas definitivas en sus diálogos para poner el foco en la exploración de las ideas, descubriéndonos así su proceso de pensamiento.
Más allá de la utilidad que pueda tener en la escritura, la lectura de este tipo de textos también tiene ventajas. Primero, es una forma transparente y directa de ver las cavilaciones del autor, y con ello desvelar el proceso que han seguido para llegar a cierta conclusión (o ninguna, como en los diálogos socráticos). Como el autor elabora y rebate internamente los diferentes argumentos, permite al lector ver el camino que ha seguido para llegar hasta ellos.
Segundo, cuando escribimos para reflexionar no lo hacemos para obtener respuestas, sino para encontrar las preguntas adecuadas. Estas preguntas convierten la lectura en un ejercicio de reflexión personal, en vez de una enseñanza única. De este modo, las lecturas de autores como Platón nos permiten (salvando las distancias) hacer ese mismo trabajo interior que hicieron ellos en su momento.
[…] para Platón la verdadera ciencia, la única digna de este nombre, no se aprende en los libros, no se le impone al alma desde el exterior: ésta la alcanza, la descubre, la inventa en sí y por sí misma, por su propio trabajo interior. Las preguntas planteadas por Sócrates (es decir, por el que sabe) la incitan, la fecundan, la guían —y en esto consiste la célebre mayéutica socrática—; mas, con todo, es ella misma quien debe darles respuesta.
Introducción a la lectura de Platón - Alexandre Koyré
Tercero, son lecturas que resisten mejor el paso del tiempo, ya que al no ofrecer conclusiones definitivas, y mantener el foco en la reflexión, son menos sensibles a los cambios del entorno. De este modo, las preguntas que se hacía Platón en sus diálogos siguen siendo tan actuales hoy como entonces.
Cazando con Schopenhauer
Otro tipo de escritura es la post-reflexiva, y está en peligro de extinción. La razón es obvia: en un entorno en el que se valora la cantidad de publicaciones por encima de la calidad de las mismas, es más inteligente elegir el método que nos permita producir más texto en menos tiempo, es decir, mezclar escritura y reflexión en el mismo momento.
Pero hay que vigilar, no todas las reflexiones que se han generado mientras escribimos son suficientemente valiosas para ser compartidas. Por ese motivo, cuando escribimos para pensar, el tiempo que podemos ahorrar en la reflexión previa tiene que ser igualmente invertido en la revisión y filtrado posterior.
Arthur Schopenhauer decía que el que retrasa el momento de pensar hasta el momento de escribir, puede compararse con el cazador que parte a la aventura: tendrá pocas posibilidades de conseguir un buen botín. En cambio, el proceso creativo del escritor que ha pensado antes de ponerse a escribir se parecerá más a una batida: primero se ha capturado y encerrado la caza en unos cercados de los que se la hará salir en masa hacia otro parque, igualmente cerrado, donde no podrá escapar al cazador, de modo que éste no tiene que hacer más que apuntar y dar en el blanco.
Pensar antes de escribir nos lleva a una reflexión madurada, la ventaja es que en el momento de escribir lo único que debemos hacer es recolectar las recompensas. Es una escritura que parte de ideas que han sido almacenadas en el cerebro para ser observadas y modeladas con tranquilidad, y que posteriormente se han escrito y reescrito hasta obtener el reflejo sincero de lo que se intenta expresar.
Schopenhauer también creía que escribir demasiado temprano una idea era, en cierto modo, matarla.
En cuanto nuestro pensamiento ha encontrado palabras ya no tiene ninguna sinceridad, ninguna gravedad, ni siquiera en lo más profundo de sí mismo.
Arthur Schopenhauer - El oficio de escribir y el estilo
Hay que tener mucha paciencia para no escribir una buena idea tan rápido como aparece, pero esto evita pervertirla con intentos de palabras inadecuadas. Al exponerla al papel cuando aún es demasiado temprano corremos el riesgo de acabar tachándola injustamente de mediocre, cuando la única mediocridad está en nuestro pobre intento de representarla.
Según este punto de vista, también se podría decir que el trabajo de un artista es parecido al proceso digestivo de los rumiantes, que regurgitan, remastican, y tragan nuevamente para pasar la comida a un segundo estómago antes de digerirla, y así sacar el máximo provecho de los nutrientes.
Al permitir esa lenta digestión, al no desarrollar precipitadamente las ideas y darles el tiempo para revolotear por la mente de forma natural, les concedemos la oportunidad de no comprometerse con una forma definitiva; de este modo, en nuestro cerebro los pensamientos pueden expandirse, reducirse, cortarse por la mitad, juntarse con otras ideas, amoldarse dentro de conceptos distintos, y perderse entre conexiones neuronales si no merecían ser escritos.
Un pensamiento en la cabeza es fluido; en el momento en el que lo ponemos en palabras, cristaliza.
El abuelo de Gabriel García Marquez
Sin embargo, el proceso creativo puede ser más irregular de lo que pensamos, mezclando una idea previamente reflexionada con una nueva experiencia que cambia el enfoque inicial.
Un buen ejemplo es El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Marquez.
En esta entrevista del cronista colombiano Germán Casrto, Gabriel García Marquez nos cuenta cómo su idea inicial era escribir una comedia basada en la experiencia de su abuelo, que pasó los últimos años de su vida esperando su pensión de veterano, y murió sin haberla recibido. Esta era la idea madurada, la historia que según él siempre se había imaginado.
Siempre había pensado que esa podía ser una historia para una comedia.
Sin embargo, fue a él a quien se le acabó el dinero mientras escribía el libro, y esperando recibir ayuda de sus amigos se vió viviendo la misma realidad que intentaba representar en su obra. En ese momento dio un giro de rumbo para basarla en su propia experiencia.
Empecé a mandar SOS a los amigos, [yo] estaba en un séptimo piso sin ascensor, y yo bajaba, veía que no había carta y entonces subía y agregaba una página más a la historia que escribía.
Aunque parezca un proceso enrevesado, o incluso impulsivo, la necesidad y la dura vivencia dieron luz al libro que, según el mismo García Marquez, fue su gran obra maestra (aunque muchos críticos no estén de acuerdo).
Había un momento en el que lo que estaba escribiendo se correspondía perfectamente con la realidad. Y por eso, yo creo contra el criterio de todos los críticos que si yo he escrito una obra maestra, esa obra maestra es el coronel no tiene quien le escriba.
La conclusión es, y no podía ser otra, que no hay una fórmula única para llevar a cabo el proceso de creación. Grandes autores han usado diferentes métodos, y esto no les ha evitado crear obras maestras. Paul Auster, Platón, Shopenhauer y Gabriel García Marquez son solo unos pocos ejemplos.
Y tú, ¿qué proceso creativo sigues?
Para mi la escritura es un proceso catártico sobre lo que estoy viviendo en ese momento. Justo cuando las emociones están a flor de piel, y los pensamientos dan muchas vueltas en mi cabeza, ponerlo en un texto me ayuda a conseguir la calma.
Sin embargo, cuando las cosas van relativamente bien en mi vida, ahí es cuando no tengo tanta inspiración y se me hace mas difícil concretar un buen texto.
Pues depende. Lo más difícil que he hecho es la historia que estoy escribiendo por capítulos. Ahí la planificación es clave: sé por dónde va a ir la historia pero eso es distinto del capítulo que tengo que escribir hoy. Tengo apuntado más o menos lo que voy a escribir entre 3 y 6 días por delante (según el tiempo que tenga) y luego aparte está el escribir el capítulo. Una vez que me pongo, este se desarrolla según lo que piden los personajes y según lo que va a pasar no sólo en este sino también lo que tengo previsto que pase en los siguientes. 🤔
En cuanto a los microrrelatos o retos literarios, ahí cojo la pluma y el cuaderno que toque y desarrollo el tema de forma lo más libre posible. 🖋📖
Tengo que pensar en los procesos creativos que mencionas. A lo mejor, me sirven en alguna ocasión.